09 septiembre 2007

Regreso de Vacaciones

El regreso de las vacaciones, normalmente, suele acarrear el agobio de volver a la rutina de la vida diaria, al diario batallar, pero no es así en mi caso, aunque si he sentido el agobio propio de las fechas de mi cumpleaños, quizá porque no me gusta celebrarlo, porque es una rebeldía a seguir creciendo, o porque ese día, en algún momento, quedó sólo como el recuerdo de que fué el día en que enterramos a papá, hace ya 28 años. O quizás es un poco de todo.

Pero como decía, este año ha sido más llevadero, más fácil, más fluido.

Me he dedicado a buscar mi sitio en mi interior, no fuera. Intentando encontrarme primero yo, y mis limitaciones, las reales y las ilusorias, antes de dar más pasos que me hicieran seguir sintiendo por momentos como caminando en círculos.

En eso estaba cuando recibí una invitación a una terapia de medicina holística. Hacía justamente un año que había acudido a la primera, con toda la intensidad con la que la viví y con todo lo que de ella aprendí y sigo aprendiendo. Esta vez fue la segunda vez. La intensidad no fue menor, pero fue distinta. El miedo a lo que sucederá en mí en ese momento siempre supera a cualquier realidad que se viva. Pero, como en la primera vez, no dejé que ese miedo me paralizara, y ante la soga que me lanzaba mi querido Chamán, decidí agarrarme a ella y lanzarme nuevamente a la experiencia de vivir ese momento.

Hablo de tomar Ayahuasca.

La ayahuasca es una bebida hecha con liana mezclada con chacruna, con efectos depurativos del cuerpo y del espíritu. La ayahuasca es una madre, y como madre acuna y reprende por igual, enseña y corrige, te dá lo que necesitas y no lo que buscas. Como dije, la primera vez que la tomé fue muy intenso en todos los sentidos, y gracias a ello he ido reconciliándome conmigo misma a lo largo de todo este año. Esta vez buscaba una respuesta para seguir el camino, para seguir adelante, para no tener la sensación de seguir caminando en círculos, para avanzar.

Llegué a la casa donde se realizaría. Todos cuantos íbamos llegando nos íbamos presentando. Algunos ya nos conocíamos, la mayoría no. Estuvimos charlando, tomando infusiones (hay que asistir en ayunas y cumplir una serie de normas, sobretodo no tomar alcohol, derivados del cerdo o medicamentos, por lo menos desde las 48 horas antes de la toma), mientras seguía llegando gente al encuentro de medicina holística. Nervios, como si fuera la primera vez, en el ambiente, aunque todos habíamos estado en por lo menos una ocasión. En algún momento, sin saber muy bien como ocurre, o si es debido a que todos compartimos ese secreto respeto por Mamá Ayahuasca, por la abuelita, dejamos de ser extraños para convertirnos en compañeros de viaje, en amigos, sin juzgar, sin saber nada los unos de los otros, sólo unidos por esa cálida sensación de estar cómodos siendo, estando, compartiendo, entregando las debilidades, los miedos, y todo el cariño que llevamos dentro.

Llegada la noche se cierra la puerta, el chamán, luego de haber hablado con cada uno de nosotros de forma privada antes de entrar, comienza el hermoso ritual que nos llevará a encontrar la única verdad existente, y que es la realidad del ahora. Del momento que se está viviendo. Pide permiso a los cuatro puntos cardinales, a los antepasados, a todas las deidades, al abuelo tabaco, y a la abuela Ayahuasca, que tiene previamente preparada en una botella, mediante rezos indígenas, y occidentales, mediante cánticos y silvidos, para que esa noche nos acompañen, nos cuiden, nos curen y nos hagan ver la verdad. Luego vamos pasando uno por uno, nos arrodillamos frente al chamán, que va vertiendo la sagrada pócima en un cuenco, la ilumina, la reza, la acoje, y la entrega en manos de quien se ha acercado, quien tras un momento de meditación, de petición personal, la levanta brindando "por la vida" y la bebe como bien puede. Es una mezcla pastosa, de sabor agrio y amargo al mismo tiempo, con un olor sinigual, que hace que la primera sensación que uno tenga cuando la va bebiendo es de nauseas. Sin embargo esa sensación desaparece en menos de un minuto (que a veces parece eterno). Estamos todos allí, sabiendo que sentimos lo mismo, que no será fácil el primer golpe, cuando comienza la mareación, casi una hora después de la toma. Comienzan los cantos, las emociones a brotar, todo en absoluto respeto y silencio que solo se rompe por alguien que llora, por alguien que devuelve, o por alguien que acompaña las canciones. Yo canté casi todo el tiempo, sentí el amor incondicional que afloraba entre mis compañeros, que sentados cada uno en su sitio, como yo, intentaban entonar las canciones que surgían una y otra vez para devolvernos a la realidad. Cada uno en su propia experiencia interior, y sin embargo cada uno acompañando la experiencia de todos. Sudé muchísimo en el rincón donde estaba sentada, a pesar de la oscuridad ví lo amantados que estaban mis compañeros de un lado y de otro, y yo seguía sudando sin parar, en ese momento me habría quitado toda la ropa, si no fuese por la vergüenza que me daba pensar que podía encenderse una luz y que se viera que estaba en ropa interior. Una experiencia completamente distinta a la primera en la que me cubrí de mantas hasta el cuello, porque tenía un frío impresionante. Esta vez no devolví, como sí lo hice en la primera. Ni tuve tantas emociones encontradas. Pero reconocí nuevas sensaciones que ahora guardo a buen recaudo como un precioso tesoro. En un momento, sólo un momento que duró apenas unos cinco minutos, estuve realmente mal, con la sensación de que no podría soportar todo lo que vendría, y en ese momento una mano tomó la mía, suave pero firmemente, y con la delicada caricia de un dedo sobre mi mano, consiguió entregarme todo su apoyo, traerme al presente, a que la única realidad es que estábamos allí un grupo de "amigos" disfrutando de una noche de canciones y de vigilia, de silencios y de compañía. Nunca serán suficientes las palabras para agradecer que en ese momento tuviera a mi lado un ser tan especial como para entregarme todo su amor en un apretón de manos, que me hizo recordar que nunca estamos solos, y que los desconocidos pueden en un momento cualquiera convertirse en tu mejor amigo, en tu familia. A las cinco de la mañana se terminó la ceremonia, el chamán encendió una vela y todos volvimos a la sensación de estar, pero esta vez mucho más unidos. Dió las gracias a todas las deidades, a los puntos cardinales, a nuestros ancestros, a Dios, por haber sido una noche tan bonita, por todo el amor que allí se respiraba y se transmitía, por la belleza de la amistad surgida entre un grupo de desconocidos. Nos fuimos abrazando unos a otros, contando un poco la experiencia, y luego a dormir. A la mañana siguiente, y para cortar todos los efectos de la toma, comimos en ayunas una mezcla de cebolla, ajo y limón, y a desayunar. Intercambio de correos, de teléfonos, sacamos fotos, nos volvemos a abrazar, y nos despedimos sabiendo que somos parte de una familia más grande, porque me quedo en cada uno de ellos y ellos se quedan en mí.

A partir de ese momento decidí tomar "vacaciones", que más bien fue una continuación de lo que viví en esa experiencia, poner en orden mis ideas y sacar de nuevo los límites imaginarios de mi interior, para así poder seguir avanzando. Que como dicen: "Pa'lante es pa'ya".

Y en eso ando.... avanzando en mi interior

Besos, mimos y caricias

Para quien desee más información sobre el tema, de forma detallada, incluídos los aspectos legales sobre la misma, puede encontrarla en http://www.mind-surf.net/drogas/ayahuasca.htm
Con esta experiencia no pretendo animar a nadie a participar en ninguna terapia, solamente narrar mis experiencias, y en todo caso, los beneficios que, en mi, obran.